martes, 20 de octubre de 2009

Octubre

Sinfonía de rojos, amarillos y marrones. Un pintor saca de su paletatodos los tierra, ocres y dorados, los verdes apagados y los granates vino para decorar el paisaje que vemos desde nuestras ventanas. La Naturaleza se encuentra de mudanza: hojas que se convierten en oro para brillar supremas durante unos días antres de caer; flores que se marchitan, prometiendo volver en primacera, y frutos que pierden su brillo y su aroma al despedirse del sol. Algunas lluvias, tímidad, asoman. Algo de viento y frio piden, educadamente, paso. El otoño es rey de todos y cada uno de los minutos del reloj de octubre.


La Dama de Plátano

La dama de Plátano es una urbanita de pro. Si te das una vielta por la mayoría de nuestras ciudades europeas, te puede sorprender en cualquier avenida. No le gusta estar sola, por lo que es fácil verla acompañada por varias de sus semajentes, en fila. Adoran los paseos y tapar el sol con sus ramas y su formidable altura, para ofrecernos agradable sombra. Parece ser que estas vecinas del barrio tiene un origen exótico, que viene del crece de un árbol asíatico y otro nativo de Estados Unidos. Crecen rápido y pueden llegar a vivir hasta trecientos años. ¿Te has parado a pensar la de personajes de tu ciudad que han paseado entre sus troncos? Seguramente, tu abuela ya paseó cobijada por los mismos árboles que tú lo haces hoy. Pero no sólo sombra nos ofrecen: su madera (de colores verde, amarillo o crema) es apreciada en carpintería o como combustible. Sus ramas retorcidad acogen unos frutos curiosos, con un penacho de pelos en la base. Sin embargo, tampoco nos lo quiere poner todo tan fácil: su polen tiene el dudoso honor de ser uno de los que provoca más alergias. Su polinización se produce de golpe al inicio de la primavera y trae asma, rinoconjuntivitis.

Tan habitual es la dama plátano en nuestros paisajes que también forma parte de nuestras tradiciones. En la noche de San Juan, que hunde sus raices entre rituales paganos que celebraban la llegada del verano, se llevan a cabo una serie de ritos para garantizar la fidelidad del sol y la fuerza de las cosechas desde tiempos inmemoriales. Se encienden hogueras por las que se pasan hierbas y plantas para limpiarlas y aumentar sus poderes. La dama de plátano es una de ellas.



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